El viaje de una madre: cruzando con hijos

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Escrito por Yulizabeth Flores-Mendez (Periodista de Radio Indigena)

Mi nombre es Yésica Rodríguez  y a los 22 años crucé la frontera cargando mi tercer hijo en el vientre y hay muchas más como yo. Soy originaria de San Martín Peras, Oaxaca, y como muchas  otras mamás decidí dejar mi pueblo y venir a los Estados Unidos por un futuro mejor para mis hijos. ¡Conoce mi historia

 Mi viaje comenzó de San Martín Peras, Oaxaca hacia Tijuana, donde vivimos por tres meses mientras tratábamos de cruzar la frontera. 

En mi primer intento para cruzar a los Estados Unidos, inmigración me arrestó mientras me escondía debajo de un árbol seco en medio del desierto. Me acuerdo de que ese día mientras me escondía escuchaba el sonido de un helicóptero sobre mi cabeza. De repente sentí una mano jalar mi hombro, pensando  que era mi esposo, pero cuando volteé me encontré con un agente de inmigración en mi cara. 

Ese día arrestaron a mi pareja y a mí, y nos llevaron a un centro de detención. Dos semanas después de que nos soltaron, con angustia y terror, mande a mis hijos a los Estados Unidos con personas que no conocía. 

Ellos sí lograron pasar a los Estados Unidos. Una semana después, una vez más mi esposo y yo intentamos cruzar la frontera y esta vez fue un éxito. En el segundo viaje caminamos una semana sin parar, sin tomar agua, sin comer, y con la preocupación de donde estaban nuestros hijos. 

Ya cuando cruzamos la frontera, el coyote, la persona que se encargó de cruzarnos, nos trajo en un carro hasta Oxnard. Llegamos  a la casa de mi cuñado para descansar nuestros cuerpos que seguían adoloridos del viaje. 

En cuanto llegamos a Oxnard al día siguiente fuimos a recoger a mis hijos que estaban en casa de mis tíos. Al momento de llegar con mis tíos, toque la puerta y en cuanto abrieron entré y miré a mis dos hijos comiendo papitas. Al mirarme, mis hijos empezaron a llorar de emoción, y yo también me sentía muy feliz y contenta de estar una vez más con mis hijos. Mis hijos me dijeron que pensaron que los habíamos abandonado, pero yo les dije que eso nunca pasaría, y que la razón que no pudimos venirnos juntos fue por los peligros de la frontera. 

Tres días después de nuestra llegada a Oxnard todavía cansados y adoloridos de los pies, fuimos a buscar trabajo en un campo de fresa donde empezamos a trabajar pizcando. Aun embarazada, empecé a trabajar, porque no quedaba de otra, ya que debíamos mucho dinero por la cruzada a los Estados Unidos. 

Ahora, un año y medio después de mi viaje, pienso en mis padres y toda la familia que deje atrás. Pero estoy feliz que les puedo llamar y ellos están feliz que yo esté bien. 

Para mí ha sido muy difícil estar en los Estados Unidos porque el estilo de vida es muy diferente, pagar la renta y el cuidado de mis hijos es muy caro. Pero lo más difícil es pagar la deuda de 35 mil dólares que nos costó la para llegar aquí. Pero gracias a dios ahora solo nos quedan 11 mil dólares de deuda. 

Yo quiero que mis hijos tengan un mejor futuro, apoyarlos en sus estudios y que no pasen por lo que yo estoy pasando. 

En lo personal quiero seguir luchando por mi sueño, terminar de pagar mi deuda y después de eso comprar un terreno para construir una casa en mi pueblo. También me gustaría comprar un carro, poner un negocio de frutas y verduras, y poner un restaurante de comida mexicana y llamarlo “Antojitos Yesi”. 

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